martes, agosto 30, 2005

La jaula gestual de Cage o de cómo se desencajan los gestos

John Cage realmente creía en la posibilidad de ampliar el campo de la sonoridad en la música. Su obra más conocida y acaso más radical al respecto, 4'33'' -consistente, como se sabe, en una partitura para piano donde sólo hay silencio-, pretendía generar el espacio para que se escucharan otros sonidos. No sé si para su desgracia o para su fortuna, la recepción se centró por completo en el gesto, es decir, en lo performativo -tan de moda-, y ese gesto suplantó, quizás irrevocablemente, a los sonidos no codificados que la obra estaba destinada a permitir.
Apuntes para una poética negativa

Hay, en el discurso lírico, un elemento que no puede integrarse a ninguna racionalidad. Y se trata justamente del elemento definitorio de lo lírico: el aspecto sonoro de la lengua. Si un poema, como quiere Rifaterre, se genera en base a motivaciones morfo-fonémicas, y no léxico-semánticas, como el resto de las modalidades discursivas, entonces el poema resiste a su completa integración en el ámbito de lo conceptual (en el proceso dialéctico objeto-sujeto-objeto..., hay un ruido, un remanente físico análogo a la pérdida que se verifica en los procesos termodinámicos, y que se conoce como entropía. En filosofía, tal proceso es equiparable al descrito por Adorno en su Dialéctica negativa). El elemento sonoro de la lengua, alojado como otredad en su segunda articulación, como una pura fisicalidad no sistematizable, es lo que otorga a la poesía su negatividad radical.