Saltitos silábicos.
Pues sí, finalmente encontré el apoyo teórico que necesitaba para sostener que el sistema rítmico del español, y por ende, de la poesía escrita en esta lengua, sólo requiere de 2 unidades para explicar el esquema de distribución acentual de cualquier verso. Se trata del "principio de alternancia rítmica", enunciado por Selkirk en 1984; tal principio postula, básicamente, que a cada posición fuerte (sílaba acentuada) debe seguir una débil (sílaba átona), y que no puede haber más dos posiciones débiles consecutivas. En otras palabras, el sistema de pies métricos de Navarro Tomás (1956), que utiliza únicamente pies troqueos y dáctilos para describir el ritmo versal, es correcto. No hay sustento teórico para seguir hablando de ritmo yámbico, ni mucho menos anapéstico o anfibráquico. El mismo concepto de pie métrico, en fonología, descansa en la posibilidad de percibir una prominencia prosódica, o sea, una sílaba acentuada, para poder iniciar a computar el pie. Así es que todos los tratadistas (Lapesa, Carreter, Quilis, Balbín, Alonso, Domínguez Caparrós, entre los más conocidos) que ha sostenido la existencia de ritmos que parten de posición acentual débil, bien podrán, con los pies que les sobran, patearse rítmicamente la región posterior en el infierno.
¿Complacida, Jeringa?
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