lunes, noviembre 15, 2004

El carácter enigmático de la música se desprende de la manera en que en ella coexisten la absoluta seriedad con lo puramente lúdico; y con mucha frecuencia no es posible distiguir entre ambos.

El humor de Adrian Leverkunh, por ejemplo, en Las maravillas del gran todo, es desconcertante porque el personaje habla como si hubiera estado al lado del presunto dios en el momento de la creación, sólo que, a diferencia del autonombrado creador del mundo (tal es su tarjeta de presentación en los llamados textos sagrados), el músico es un holgazán, aunque se le asemeja por el hecho de que conoce "el secreto de... (la) infantil mecánica" que mueve los mundos. Adrián hace de la esterilidad una virtud e incluso cuando crea parece sólo hacerlo para burlarse de la idea de creación.

Stravisnky, cuando mata a su títere enamorado en Petrushka, no deja de reírse musicalmente de su malogrado muñeco. Lo trágico no es la muerte del aspirante a heroecito, sino la imposibilidad de parar de reír.




4 comentarios:

nacho dijo...

Nada ha sido más pernicioso en cuanto a los estigmas sobre el artista perezoso que la fábula de la cigarra y la hormiga. ¡Por Dios!, hay que retirarla de los libros de texto (tercer grado), ¿Cómo puede privilegiarse el trabajo en la maquiladora sobre el trabajo creativo del artista? Por favor. Je. SAludos.

port y yo dijo...

Cierto Nacho; además hacen mejor pareja la cigarra y el cigarro: sobre ellos sí habría que publicar algo; podría llamarse "los viajes al país del churro, memorias de un holgazán".

nacho dijo...

Podría ser: "memorias de un holgazán distraido, o memorias de un holgazán a pesar suyo", je.

Agustín García Delgado dijo...

Hola! me espanta la idea de asociar "seriedad absoluta" con arte. Incluso con la insdispensable, tortuosa técnica de los instrumentos y la composición musicales. Cuando un trabajo artístico me parece serio (desde un punto de vista académico, por ejemplo), comienzo a bostezar.