lunes, marzo 17, 2003

La obra poética de Paul Celan es, contra las lecturas que se la han tratado de apropiar como un documento para testimoniar el holocausto, una parábola acerca de cómo sobrevivir al holocausto. El éxito de la frase de Goethe acerca de la circunstancialidad de la poesía, tan propicia para justificar cualquier proyecto de escritura a partir de la relevancia del suceso que le da origen, es la mejor muestra de la incapacidad de la gran generalidad de los lectores para adentrarse en el “hecho poético”. Cuando un crítico clama por marcas de lugar o de tiempo en el poema, si en verdad se trata de un poema el texto que pretende estudiar, está en realidad buscando un tiempo y un espacio extra-poéticos. Es cierto que muchos poetas consiguen integrar referentes socioculturales muy reconocibles al estrato temático del poema, pero si tal integración es posible, lo es gracias a que han sabido de antemano construir un espacio textual donde tales referentes puedan actualizarse desde el texto mismo. ¿Cómo se consigue tal integración? Eliot, por ejemplo, diseña una estructura donde el modo narrativo, el lírico y, hasta cierto punto, el dramático, cumplen una función dentro de la totalidad. La construcción de un texto semejante tiene como primer obstáculo la serie de convenciones que conforman el género mismo; en este caso, las convenciones de la lírica.

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